La candidata impuesta

Es Claudia. Incita su candidatura desde el poder. Aceita la maquinaria del gobierno para promoverse al margen de la ley. Burla la legislación con arrogancia y descaro para anunciarse espectacularmente gastando infinidad de recursos públicos en su beneficio personal, sin fiscalización y sin transparencia.

Abandona sus funciones y gobierna a medio tiempo para hacer campaña. Se le colapsa el metro. Utiliza el aparato del Estado para favorecerse y des balancear la equidad de la contienda. Falta a los principios de la función electoral. Traslada la nómina de su campaña al gasto corriente del gobierno. Provoca una profunda división en su partido.

Dispone de su cargo para recargarse en la cargada. Utiliza perversamente a los beneficiarios de los programas sociales para rellenar eventos y promover su imagen. Altera la agenda de las distintas áreas del gobierno para armar su agenda de campaña. Copia al viejo PRI en el acarreo, en el desvío de recursos y en el beneficio del dedazo; justamente todo lo que Acción Nacional reprochó y combatió desde su fundación.

¿Es válido, es legal, es ético? Estas conductas públicas y evidentes ¿enaltecen a la política o la denigran? En palabras de don Carlos Castillo Peraza “… si la política no es ordenada, si la política no está sujeta a reglas pactadas y respetadas por todos, si la política no tiene una esencia de cosmos y es sólo caos, de la política se podría esperar todo, que es lo mismo a no poder esperar nada”. Claramente la desfachatez y la insolencia han caracterizado a esta candidatura. La simulación como norma y carta de presentación. Aparentar, más que merecer. Imponer, más que convencer. Jugar chueco y no leal.

Lo que mal empieza, mal termina. Cuando impera lo ilógico y reina la soberbia el fracaso se presenta. Palpar el descaro de la política electorera es presagio del chasco que se avecina. Si para construir su candidatura echa mano de lo ilegal ¿qué credibilidad podrá tener frente a los electores? ¿Cómo merecer respeto? ¿Cómo proyectar confianza? Es Claudia la viva imagen de la política tradicional que no evoluciona y no cambia. La habitual política que se aferra a lo más despreciable de política. Es Claudia, es artificial, es una candidata impuesta.

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